domingo, 14 de agosto de 2016

Monaguillo antes que fraile

Imagen encontrada en internet libre de derechos

Hace unos días mantuve un debate con unos buenos colegas y amigos acerca de algo así como que para ser un buen terapeuta se tiene que haber pasado por la misma experiencia que la persona que consulta por un 'problema mental' determinado. Es decir, se tiene que haber atravesado una depresión para poder atender a una persona diagnosticada de Depresión,... etc. En cualquier caso, se acordó más o menos que si no era obligatorio, pues sí que ayudaba a ponerse en el lugar de quien consulta.

Rápidamente manifesté mi desacuerdo. Por un lado, desde luego, es imposible ponerse en el lugar de nadie. Y por otro -esto también apareció en el debate- cada persona vive su, por ejemplo, Depresión de una manera diferente; no hay estándares por mucho DSM y otros que nos quieran meter.

Pero manifesté mi desacuerdo poniendo un símil biomédico: para ser un buen cirujano del corazón no hace falta estar operado del corazón. Mis adversarios -en el buen sentido- me acusaron inmediatamente de "exagerar", de estar haciendo "demagogia",... Y tenían toda la razón del mundo. Efectivamente, con el símil del cirujano no trataba más que de provocar -en el buen sentido (sic)- a ver qué salía de la conversación. Por supuesto, la psicoterapia (aunque constantemente intenten convencernos de lo contrario desde las orientaciones dominantes cerebrocentristas) no tiene nada que ver con asuntos biomédicos. Nada.

El tema es que estamos tan acostumbrados a ver la psicología en general como una ciencia de la salud, que enseguida categorizamos las diversas dificultades emocionales por las que las personas atravesamos en diferentes momentos de nuestras vidas como algo médico, cuando la salud no es algo exclusivamente de orden biomédico. 

Desde mi punto de vista, el origen de todos los malestares emocionales está en el transcurso social vital de cada cual. Y nadie -que yo sepa- tiene una historia de vida plenamente feliz, saludable, equilibrada, etc. Ni el psicoterapeuta más audaz y súper entrenado. Todos los llamados 'trastornos mentales' tienen que ver con historias de soledad, abandono, violencia, falta del derecho a la expresión, a la palabra; como defiendo en mi hipótesis sobre la mente como la expresión de la intención, el sentido y la acción. Todos, desde la tristeza extrema hasta los delirios o alucinaciones. Todos, insisto.

Así, no es necesario haber pasado por todo el amplio espectro de categorías experienciales 'negativas' (tristeza extrema, delirios,...) para ponerse al lado de la persona que consulta, buscando los recursos perdidos en el transcurrir vital o co-inventar unos nuevos. No es imprescindible, ni siquiera ayuda. Y no lo es porque todas y todos tenemos experiencias más o menos intensas -o sea historias, narraciones- de, repito, soledad, abandono, violencia, falta del derecho a la expresión, a la palabra. Algunas y algunos -muchas y muchos; de no ser así cada día estaríamos más locos, que lo estamos- vamos transitando la vida con todas esas experiencias con mayor o menor fortuna con ayuda de esos recursos. Recursos que son socioculturales y compartidos, y están dotados de fuertes cargas emocionales. Con ello conseguimos llevar, no sin gran esfuerzo en la mayor parte de ocasiones, unas vidas más o menos 'equilibradas' y 'sanas'. 'Más o menos', insisto. Otras y otros no. Y sus vidas se transforman -y se mantienen- en la oscuridad total, la desesperanza, el sufrmiento, que se manifiestan en esos diversos 'trastornos' que nos quieren hacer creer que tienen que ver con las neuronas y similares.

Desde aquí, pues, y sin necesidad de ponernos en el lugar del otro, si no a su lado, es desde donde podemos desarrollar procesos de mejora emocional (estoy intentando quitar de mi léxico la palabra claramente médica 'psicoterapéutico'). Por supuesto que con la preparación adecuada y no desde la palabrería o la pura 'experiencia' que nos lleva directamente a la subjetividad, que es lo mismo que la objetividad dominante, pero en hippy.

Resumiendo, para atender a una persona con una fuerte carga emocional de tristeza en su vida (la antigua 'Depresión') no hace falta haber pasado por los mismos procesos que esa persona (eso es, simplemente, imposible). Solo hace falta -además de una imprescindible preparación técnica adecuada (estudios superiores de Psicología, por ejemplo, y más que nada por alejarnos de la palabrería y los manuales de kiosko malo)- haber sido, ser, humano.

NOTA: Anoche al acostarme y mientras ya estaba pensando en este post, no sé por qué (ni me importa), no paraba de repetirme ese dicho o lo que sea de "Antes que párroco hay que ser sacristán" (o monaguillo o algo así...). Bueno, supongo que algo tendrá que ver con lo escrito. Pero no, no hace falta que ningún psicoanalista analice (sic) si es que hay alguna 'asociación libre' entre una cosa y otra. Me quedo con la incertidumbre...

¡Saludos!!!