jueves, 29 de diciembre de 2016

A vueltas con la polémica: Construccionismo y Realismo

Ilustración: meme encontrado en Facebook



A pesar de todo la polémica sigue. Seguramente no nos explicamos bien. O también es posible que la tradición realista está tan fuertemente insertada en nuestras creencias, en nuestra cultura, que es muy difícil deshacerse de ella.

Desde una ontología construccionista radical nada existe hasta que no es nombrado. Nada es hasta que no es dicho. Nada hay si no se puede poner en palabras. Y esta ontología es tan legítima como una realista y naturalista. Una que afirma que la realidad y la naturaleza tienen su propia existencia con independencia de que le pongamos nombre y con ello la dotemos de sentido, intención y acción. Es decir, la naturaleza gozaría de esas tres características genuinamente humanas, aunque los humanos no existiéramos.

Dos de los psicólogos seguramente más influyentes en el Construccionismo Social -Kenneth J. Gergen y Jerome Bruner (*)- explicaban allá a principios de los años noventa pasados que vivimos en un mundo de significados. Seguramente no fueron los primeros en detectar esta especie de evidencia. Muy probablemente algún que otro filósofo griego ya lo hubiera argumentado hace más de dos mil quinientos años; pero no lo recuerdo ahora exactamente. La evidente sugerencia de estos dos psicólogos no es una verdad absoluta ni definitiva. Pero, ¿qué sería la realidad si no tuviera significado; aunque solo sea uno (cosa esta que dudo mucho)?

Si esto de los significados tiene algún sentido -yo creo que sí- entonces lo importante no es si la gravedad existe o no, si no qué significa para diferentes personas, en diferentes épocas, en lugares diversos.

Estoy seguro de que caerse desde una altura determinada no debe de ser muy agradable. Pero no es lo mismo caerse de un rascacielos en Manhattan por culpa de un exceso de champán francés y cocaína en medio de una fiesta glamurosa que de un alto árbol en medio de la sabana africana buscando algo para alimentar a los hijos a punto de morir de hambre. Incluso aunque el resultado sea el mismo: la muerte. Como la muerte no es la misma para la primera persona que para la segunda. Ni para las otras. Ni el significado de que la dotamos los demás.

Ese significado de que dotamos a la muerte, al dolor, a la gravedad y a otros procesos naturales y duros se consolidan a través de acuerdos sociales. Y discursivos, claro. Y ¿hay algo más potente y real que eso? En líneas generales solemos estar bastante de acuerdo en que todo eso existe. Otra cosa será qué sentido demos ya a los aspectos cotidianos y finos del devenir; sentido generado en el contexto cultural; aunque ya no siempre tan consensuado. Para una persona la muerte puede ser la liberación del espíritu eterno y trascendente. Para otra el final de todo. Y seguramente ninguna de las dos poseen la verdad sobre la muerte. Ni la mentira. 

No estoy en situación de negar la realidad de la muerte. Ni la de la gravedad. Eso no me preocupa demasiado. La situación, quiero decir. Ambas parecen responder a unas leyes científicas elaboradas por mentes preclaras que merecen todo mi respeto y admiración. Biólogos, físicos y otros teóricos de la realidad. 

Dejemos de lado por ahora la muerte y volvamos a la gravedad. Curiosamente, a pesar de ella misma y de su famosa y manzanera Ley, en estos mismos momentos hay miles de personas volando, venciendo a las dos -gravedad y Ley-. Tecnología pura y dura. Como tecnología pura y dura es la primera y más potente con que hace unos cuarenta mil años (según todos los indicios) iniciamos este extrañísimo camino de “ser humanos”: el lenguaje. Con él empezamos a construir la realidad donde no había absolutamente nada. O, si se quiere y bajando un grado mi radicalidad, donde solo había caos y desconcierto. Entonces empezamos -y no hemos parado- a dotar de sentido, intención y acción a las cosas de la realidad; a nosotras y nosotros mismas/os.

Más sobre la polémica: Realismo versus Construccionismo, http://www.construccionismosocial.info/2015/06/realismo-versus-construccionismo.html

Más sobre el lenguaje: https://youtu.be/ffcJLjMnQF0

(*) Ver, por ejemplo:

Bruner, Jerome (1990). Actos de significado. Más allá de la revolución cognitiva. Madrid: Alianza.
Gergen, Kenneth J. (1991). El yo saturado. Dilemas de identidad en el mundo contemporáneo. Barcelona: Paidós.